Tantas opciones como colores en el mundo. "99 Cent", Andreas Gursky (2001)
Las últimas semanas han sido de esas raras en las que una misma idea ronda por tu cabeza millones de veces, mutando a la vez otro millón de veces. De esas ideas que deshacen los preceptos que supuestamente tienes preparados para explicarte los porqués justo cuando sea necesario.
P se va en unos días a Nueva Zelanda a vivir con M después de haber dejado una vida aquí para seguirle en Madrid y ahora hasta allá. P no tiene una idea de cuanto la extrañaran todos aquí, pero sabe que la decisión es "la más correcta de todas".
A, amiga de P y también amiga mía, conoció en Canadá a quien parece ser el único hombre capaz hasta ahora de hacerla dejar una vida de fiesta e incluso meterla voluntariamente a la cocina. Atrás han quedado los planes de una vida detrás del micrófono y la fama mundial. Le pegó el amor.
V después de un tiempo ha decidido que no todo lo que pensaba es cierto y que nada tiene de malo estar ahora con G. Antes, H le rompió el corazón y mucho antes que él, muchos otros hicieron de las suyas con los sentimientos de alguien que no pedía nada más que un momento tranquilo. V por ahora, decidió no tener miedo, no importando qué ni quién.
Ahora, hasta T tiene a alguien a quien llama novio. S también y parece completamente feliz, o al menos así suena (hugs dude!). PK incluso habla ahora del amor y del aquí, de cómo se vive el ahora.
Alma y yo después de horas y horas elucubrando seguimos pensando que estamos más que perdidos y no entendemos aún si todo ese monstruo al que hemos alimentado por años no se despertará un día para comernos, o sí tal vez ya lo hizo, como la ballena a Pinocho.